Creo que mi entrada del otro día se merece una segunda parte, ahora que por fin tengo tiempo de sentarme a escribir.
Sinceramente, al parecer estaba metiendo un dedo en la llaga sin darme cuenta de que lo hacía, y de repente he generado un festival de opiniones. Ante todo, muchas gracias a tod@s los que se han pasado por aquí para contarme sus experiencias dentro y fuera del armario.
Amoldarse a las normas sociales, esconder quienes somos en realidad para no destacar, de eso trataba mi última entrada, pero es que ¡yo quiero destacar! No lo digo desde un punto de vista arrogante, no quiero ser más lista, o más guapa o más grande que nadie, pero sí presumo de ser diferente. ¿Se una friquie puede ser un orgullo? Espero que sí, porque ese es el mío.
Siempre me he sentido diferente, todos los somos, ya lo sé, pero yo siempre era más diferente. De pequeña era enteradita, marisabidilla, lectora compulsiva y escribía (según mi profesora) las mejores redacciones de la clase (¿se acuerdan de las redacciones?? Qué risa). Quizá por eso sufrí ese tan de moda acoso escolar, que antes no era más que "si los otros se meten contigo es que te lo buscas". Probablemente yo me lo buscaba porque nunca, ni en mis más hormonados años de adolescente, hice nada sólo para tener el reconocimiento de los demás. Cuando entré en el instituto, descubrí la literatura fantástica: los reinos olvidados, la dragonlance (de la que ahora reniego públicamente), la historia interminable, el elfo oscuro y Elric de Melniboné. Para cuando todas las chicas de mi clase llevaban las carpetas forradas con fotos de chicos guapos, yo la tenía plagada de dragones, guerreros épicos, espadas y sangre, ¡como no iba ser la rarita! Entonces, a mi hermana le dio por buscarse un novio friquie, y él reconoció mi potencial. Me regaló mi primer ejemplar de El señor de los Anillos y me enseñó a jugar al rol, hasta que terminamos yendo juntos a los torneos, jugando codo con codo (qué tiempos, ¿eh Agis?). Pero esa también fue la epoca del asesino del rol, de la mala fama de estos juegos, de que la gente te mirara raro sólo por tu afición, y al principio me daba mosca decirlo, hasta que un día me dije "al cuerno", e hice de mi afición mi bandera.
Supongo que el mecanismo es igual que el del día del orgullo gay: después de sentirte reprimido lo que deseas es expresar escandalosamente lo que eres, y eso hice yo. Por eso todos mis amigos saben que tengo todas esas aficiones raras... salvo la homoerótica.
¿Y por qué? Pues porque esto me viene de hace poco, algo menos de dos años, así que no es una de mis frikadas habituales. Además, al principio cuando descubrí lo que era el yaoi y empecé a ver/ leer mis primeros amines o mangas yaois lo hice de una manera soterrada. Luego empecé a escribir homoerótica (yo que siempre he odiado la literatura romántica, hay que joderse...), y al principio ni siquiera publicaba mis cosas, las escribía sólo para mí.
¿Dónde está el límite? ¿Cuándo esta afición ha dejado de ser algo íntimo para ser algo que al parecer todo el mundo tiene derecho a saber sobre mí? Quizá cuando empecé a publicar, cuando otros empezaron a leerme. Pero esas personas que me leen no saben quien soy yo, no saben nada de mí, ni de mi vida privada. Quizá el límite lo traspasé cuando dejé que algunos de ellos entraran en mi vida y se convirtieran en amigos y no sólo en meros lectores, quizá cuando he conocido personalmente a otras personas a las que me une la misma afición. ¿Ha sido entonces cuando mis dos "personalidades" se han fundido?
Siempre me ha llamado la atención esa ley no escrita por la que, al parecer, hay cosas de tu vida que los demás tienen "derecho" a saber sobre ti, mientras que otras son irrelevantes o se considera darles demasiada información. De nuevo usaré a los homosexuales para ilustrarlo: Si una persona es gay TODO el mundo tiene (al parecer) que saberlo, y cuando llega alguien nuevo al entorno se le dice "Pepito es gay" como si saberlo fuera fundamental para establecer una relación social con ese individuo. En cambio a nadie parece importarle, ni a nadie le digo, lo que hago con mi marido en la intimidad del dormitorio, y nadie quiere saber si soy sadomasoquista, si me gusta el bondage o si prefiero o no la postura del perrito, a nadie le importan mis opciones sexuales porque soy heterosexual, pero si mi opción sexual fuera ser lesbiana tendría que decirlo o por el contrario lo estaría ocultando. ¿No es eso injusto? ¿Por qué unas opciones sexuales permanecen en la intimidad mientras que otras deben ser declaradas como si estuviéramos en una aduana?
Eso me lleva a otra pregunta, ¿es mi afición por la homoerótica una opción sexual? Y si es así, ¿pertenece a la clase de las que puedo dejar en la intimidad o debo sacarla a colación ante el mundo sólo porque tenga algo que ver con la homosexualidad? ¿Si no lo digo es que lo estoy ocultando?
Yo no pretendo que todos mis amigos me digan si les gusta el cine porno o no, por ejemplo, así como yo no les digo que consumo homoerótica. O quizá ahí está la frontera, al dejar de ser una mera espectadora para pasar al lado de la creación propia, ¿es ahí donde esta afición ha abandonado el refugio de la intimidad?